El 21 de octubre, la Marina localizó a 47 centroamericanos encerrados en un auto- lavado en Tampico, después de recibir una denuncia de que había personas pidiendo auxilio. El 20 de febrero de 2015, otras 28 personas, todas originarias de El Salvador, fueron ubicadas en un hotel de Ciudad Victoria.
Son botones de una muestra. En los últimos dos años (de agosto de 2013 a agosto de 2015) más de mil 600 centroamericanos fueron localizados por fuerzas federales en algún lugar del territorio tamaulipeco y regresados a sus paises de origen. Según la versión de las autoridades eran personas que estaban secuestradas y fueron rescatadas, pero la información disponible no deja claro si en todos los casos los migrantes estaban retenidos contra su voluntad o solo esperaban el momento para cruzar hacia los Estados Unidos. En todo caso, son sólo los que se conocen, porque los han encontrado. Los defensores de los migrantes estiman que la cifra puede ser 10 veces mayor.
En Tamaulipas, la delincuencia campeó frente a un Estado hueco que no se ha preocupado por esclarecer, por ejemplo, la matanza de 72 migrantes en un rancho del municipio de San Fernando, en agosto de 2010. O el hallazgo, un año más tarde, de 193 cuerpos en 47 fosas clandestinas, dentro del mismo municipio. Pero las masacres de migrantes ha pasado a ser parte del anecdotario de tragedias en el país. Hoy, el estado sigue controlado por grupos criminales que depredan a propios y extraños con cuotas, secuestros y muerte. Y donde los migrantes, que cruzan el estado buscando la ruta más corta hacia Estados Unidos, son piezas de cambio en un negocio cuyo control absoluto está en manos de los criminales.
Cinco años despues de la masacre de San Fernando ¿qué ha cambiado? ¿Aprendimos algo?
Ana Lorena Delgadillo, directora de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático, organización que ha acompañado a las familias de migrantes desaparecidos, hace una lista de los pendientes de la masacre: Poca o nula información sobre quiénes son los responsables y si se ha logrado detener a toda la estructura criminal, no se ha investigado –ni en derechos humanos ni en materia penal– la responsabilidad de servidores públicos que entregaron mal los cuerpos, no se ha clasificado lo ocurrido como una violación grave a los derechos humanos, y el Estado no ha contactado de manera efectiva ni de manera integral a los familiares de las víctimas.
“Y lo peor: sigue habiendo secuestros y desapariciones, y seguimos sin acciones efectivas de prevención”, dice la abogada.