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Al este del municipio, se encuentra la Laguna Madre, un enorme cuerpo de agua salina, sólo separada intermitentemente del Golfo de México por bancos de arena cuyas formas y localización cambian constantemente. Este es un lugar privilegiado para las granjas de camarón, y para la llegada de paquetes de droga desde el mar, que luego serán trasladados a la frontera por tierra, aprovechando también los infinitos caminos de terracería de San Fernando.
Desde 2009, inició el distanciamiento entre Cartel del Golfo y lo que era entonces su brazo armado, los Zetas. Y apenas comenzaba el 2010 cuando el rompimiento se hizo completo. Esta pelea a muerte entre antiguos compinches sumió a todo el norte de Tamaulipas en enfrentamientos, balaceras, levantones: desde Matamoros, Reynosa, y bajando hasta Tampico, el emblemático puerto. En medio está San Fernando, un paso obligado, cuya geografía singularísima lo vuelve en centro neurálgico para cualquier operación clandestina de trasiego, sin importar que lo que se traslade sean personas, droga, productos, fayuca, combustible, armas.
Ese mismo año, el del rompimiento de zetas y golfos, el rostro de San Fernando dio un vuelco. Antes, la mayoría de la gente se saludaba, había comercio, venía mucha gente de fuera a visitar. No es que antes no hubera narco o contrabando. Eso hubo desde siempre. Pero como en muchas partes del país, se hablaba de “narcos benefactores” y de cierto pacto en el que quienes se dedicaban a ello no se metían con la familia de nadie y mucho menos con gente ajena.
“La gente de San Fernando no era mala. La hicieron mala”, dicen aquí. Y para 2010, año en que comienza esta historia, los zetas y los golfos ya cobraban derecho de piso a comerciantes y trabajadores. Algunos habían embarazado a muchachas del lugar, hasta el suegro debía volverse zeta o golfo, según fuera el caso. Cuando comenzó la masacre entre golfos y zetas, “¿vieras cuántas muchachas jovencitas y casadas se llevaron?”, relata una mujer. Algunas las encontraron muertas, con otras hicieron trueque: “me das a mi vieja y yo te doy a la tuya. A partir de eso, todo tuvo otro color”. Había hermanos divididos: uno zeta y el otro golfo. Eventualmente, en esta guerra, los zetas tomaron el control del municipio de San Fernando… provisionalmente.
Varios pobladores de San Fernando, en forma anónima relatan que los jefes de plaza de los zetas ese año esparcieron el terror. El peor de todos fue El Kilo, bajo las órdenes de El Wache. Edgar Huerta Montiel tenía 21 años y practicaba la santería cubana cuando fue designado el “responsable” zeta en San Fernando. Él a su vez, era el superior directo de Martín Omar Estrada Luna, El Kilo, quien era el jefe de plaza operativo. Dicen los pocos pobladores que platican estas cosas, que ha sido el jefe más sanguinario de todos. Incluso, dicen que El Kilo tenía un pacto con la muerte, y debía matar diario. Cuando no tenía un contra o enemigo para dar su cuota a la flaca, disparaba al azar al primero que se atravesara en su camino.
Ese 2010 los levantones, los secuestros, los asesinatos, las carreteras de terror, en las que se secuestra por igual a ricos y pobres, lugareños y fuereños, mexicanos y centroamericanos fueron la constante. Fue el año de los 72 migrantes, que destapó el horror a nivel internacional.
El Kilo fue detenido y presentado en abril de 2011, el Wache, en junio del mismo año. Pero a San Fernando llegaron otros jefes de plaza: uno de ellos Nico Roy.